Voy por la calle con los codos bien pegados al cuerpo y las manos en los bolsillos a pesar de llevar guantes. Noto perfectamente, a pesar de la bufanda, como mis mejillas empiezan a sonrojarse, la punta de mi nariz y mis orejas simplemente ya no son. A penas las seis de la tarde y ya están encendidas las luces. ¡Qué bonita está la plaza! Un montón de gente deambula por ella; bolsas de compras por todas partes; niños corriendo; madres gritando "¡Ven aquí que se te ha desabrochado el abrigo!" Llego al Hadock (o al Mandala, o la Rayuela, o al Alcarabán, o al Corrillo, o al Juanita, o al Tio Vivo, o al Becker, o a la Posada de la Almas, o Al Milú, o puede que incluso llegue al Moderno y a su radiador de la mesa que colocan encima de las escaleras justo debajo de la cabaña del árbol) y busco una mesa libre. Dos pasos y mi temperatura corporal empieza a subir, cuando la encuentro ya me he quitado guantes y bufanda. "De momento nada. Espero a unos amigos" (o a una amiga, o
Bueno, pues ahora no tendrás excusas para salir mal desayunado de casa por las mañanitas.. :-)
ResponderEliminarUn beso, Vizconde, pareces contento en la foto, y ese es el mejor regalo de Reyes. Creo...
Desde luego que es el mejor regalo, Avalon, espero que tú también lo hayas tenido. Por el desayuno no te preocupes, pan tostado, aceite virgen extra y jamón del bueno (cuando vuelvo de Salamanca) no faltan... si es que soy todo un afortunado ;). Un beso
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