Tormenta de verano

Harto de mirar tras el vidrio de la ventana, enfoca de cerca la vista para ver serpenetar las gotas que la lluvia arroja con rabia. Y truena como si el cielo fuera a caerse en mil pedazos. Abre levemente el paño que tiene el cerrojo y una brisa inunda con ansia la estancia llevándose de un soplido una atmósfera cálida y húmeda a un tiempo, bochorno.

"No. Definitivamente no. Nunca más echaré de menos aquello que nunca tuve."

-(...)Ya el campo estará verde, debe ser primavera, cruza por mi mirada un tren interminable. El barrio donde habito no es ninguna pradera, desolado paisaje de antenas y de cables(...)-

Al igual que las tormentas de verano des-ionizan el ambiente y limpian el aire de la ciudad corrupto por los oxidos de nitrógeno y azufre de los tubos de escape de los coches, por las nubes de monóxido de carbono de las combustiones incompletas de las fábricas de próspero progreso; limpian también los pesados nubarrones que le nublan la visión.

"No, definitivamente no. No es a ti a quién echo de menos, sino al que fui capaz de ser por lograr estar a tu lado"

Y sonríe. Y al cabo ríe. Y a final rompe en carcajadas a mandíbula batiente mientras deja que la lluvia de agosto le cale bajo la piel hasta calmar el lugar donde más escuecen las heridas.

"¿Y qué si no es ninguna pradera?"

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