Que la noche es de huir (yII)

No podía ser cierto que aquella boca que besaba con pasión a ese otro hombre fuera la misma que no encontraba el momento de despegar sus labios de los suyos, que prolongaba los besos con otros más pequeños repetidos con ansia mientras le sujetaba la cara.

"Próxima estación, Tirso de Molina. Atención, estación en curva. Al salir tengan cuidado de no introducir el pie entre vagón y andén".

Era por lo menos la tercera vez que pasaba por Tirso de Molina en ese sentido, pero todavía no quería levantarse del asiento del vagón. Hacía rato que había decidido no ir a trabajar. No tenía sentido ir en aquel estado. Necesitaba organizar ideas. Y no resultaba facil construir nada tomando como base la única verdad que poseía en ese momento-La vida ya no tiene sentido.

Maldita la hora en la que leyó aquel mensaje por casualidad, hubiera sido mucho mejor seguir en la placentera ignorancia. Ahora estaba dando vueltas en el metro y en su cabeza. Y a pesar de todo, no podía acallar un leve zumbido de fondo pegado a la nuca que poco a poco se colaba entre pensamiento y pensamiento. Una pieza que tenía que ser encajada y que no terminaba de cuadrar; una nota fuera de lugar.

En aquel mensaje interceptado no usaban sus nombres, ella le llamaba Antonio y él le llamaba Isabel. Pero, ¿por qué?

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