Ayer también llovió

Sólo tú, sólo tú, sólo tú.
Sólo yo, sólo yo, sólo yo.



-No es cuestión de que comencemos aquí y ahora a repasarnos la cosas pares; pero quizás no sea mala idea que te invite a algo. Prometo ser un caballero.
-Perdone, es que espero a alguien.
-Mientes muy mal. Llevas por lo menos veinte minutos ahí sentada y todavía no te he visto mirar ni una sola vez el reloj. No presentas ningún signo de impaciencia y además, durante todo este tiempo, has sabido siempre qué hacer.
-Vaya, además de caradura, Sherlock Holmes del siglo XXI. Pues bien, le he mentido. No espero a nadie. Pero no encuentro ningún motivo por el que deba permitir que la apasionante lectura de mi libro, el cálido aroma de esta infusión y la comodidad de mi asiento sean abordados por su presencia.
-¿Seguro? Yo creo que sí, Basíleia.
-
¿Cómo lo sabe? Si se trata de algún tipo de broma le aseguro que no tiene ninguna gracia y que cada vez me gusta menos el cariz que está tomando este conversación.
-Estaré en aquella mesa que está junto al ventanal, sentado mirando hacia la pared. Prometo no girar la vista en ningún momento. Si quieres puedes venir y sentarte en la silla de enfrente, sino puedes optar por salir por la puerta, tomar la dirección contraria y ni siquiera me enteraré de cuándo te has marchado. En caso de que decidas no compartir un rato conmigo me marcharé en veinte minutos. Pero, aunque no tengo mate, seguro que un poco más de esa infusión y a lluvia cayendo por el cristal harán que el momento sea gratamente rememorador.
-Ah...
Apenas un suspiro salió de su boca. Nada más. Demasiadas coincidencias. Incluso aquella canción, las cosas pares, era la que sonaba aquella vez, también llovía, también había un cristal mojado por la lluvia, otra lluvia. Pero, no podía ser. Y aquel nombre, Basíleia, era mucho más que el nombre de un personaje de Matilde Asensi, la última vez que lo escuchó fue en otro continente, y lo pronunciaron otros labios. Aquellos labios.
Su mirada, cautivadora. Su sonrisa cómplice y, curiosamente, tranquilizadora. Su semblante seguro. Cumplió paso por paso lo que había prometido.

Juguemos a un juego.
¿Queréis que vaya hacia la mesa? ¿O preferís que salga por la puerta en dirección contraria?



Comentarios

  1. ...y si hablando de cosas pares elijo las dos?

    ...si yo fuera ella me iría. Creo que él tiene más interés que ella en todo esto.

    ....vaaaa...que intriga!!! ...que vaya a la mesa, por fa.

    ResponderEliminar
  2. Por Dios, que vaya hacia le mesa... No nos pensarás dejar con esta intriga... ¿Por qué el chico había pronunciado la palabra "Basileia"? ¿Y el resto de las coincidencias eran tales o no?
    Plis, que siga la función...

    besos intrigados.

    ResponderEliminar
  3. Parece que la cosa se va decantando por la opción valiente. Aunque a alguna no la veo muy convencida.
    En cualquier caso esperaremos uno o dos días más a que se expresen, si quieren, los otros dos lectores del blog.
    Muchas gracias por vuestra aportación en breve la siguietne entrega... (jejejeje)

    ResponderEliminar
  4. Desde luego, yo iría hacia la mesa, el libro, siempre se puede leer dentro de un rato.

    ResponderEliminar
  5. No se yo, Kim, si es precisamente seguir leyendo lo que le preocupa a nuestra amiga. En cualquier caso, no espero más de cinco respuestas así que comienzo a escribir la continuación.

    A los otros dos lectores que quedan por expresarse para otra vez os dais más prisa.

    Por cierto, bienvenida Kim, que si no me equivoco es tu primera intervención en mi blog.


    Un saludo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Ideas al viento, brindis al Sol y demás...

Entradas populares de este blog

Segunda acepción

BORDADO CON PUNTA FINA COMO LOS PELOS DEL PECHO

Cálida Salamanca